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El origen de las termas y los balnearios

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Artículo actualizado el 03/04/2024
El origen de los balnearios

¿Te parece que los balnearios son un invento de las clases altas del siglo XIX y que los spas son una moda de los últimos tiempos?

Cuidarnos, por dentro y por fuera, está de moda, esto es un hecho innegable. Pero no lo es menos que esta moda no es nueva… y que no es pasajera, porque utilizar el agua para relajarse y mantener la salud de cuerpo y mente va en nuestro ADN…

El gusto por disfrutar de las propiedades del agua, los baños en piscinas de agua caliente, templada y fría, con distintas propiedades, es algo que ha acompañado al ser humano durante milenios.

¿Quieres saber cuáles son los orígenes de los balnearios, spas y thalassos que utilizamos en la actualidad?

 

¿De dónde las palabras “balnearios” o “termas”?

Antes de nada, ya te adelanto que el agua se ha utilizado con fines curativos o para mantener la salud y cuidar el espíritu desde hace muchos miles de años. Pero, posiblemente, los primeros que le pusieron nombre a esta práctica fueron los romanos.

La palabra termas proviene del latín thermae, que hacía referencia a los baños públicos. Aunque su raíz es aún más antigua, ya que viene del griego Θέρμο (thermos, caliente).

Thermos es un pueblo de Etolia (en Grecia), destacado por la calidad de sus aguas. Una cosa lleva a la otra… y los romanos supieron aprovechar, en el siglo I d.C para darle una denominación a estos lugares que anteriormente llamaban balnea (baños), de donde reciben su nombre los actuales balnearios.

Por su parte, los thalasso toman su nombre directamente del griego thalassa, que significa “mar” y hace referencia precisamente al tipo de aguas que se utiliza en este tipo de establecimientos.

En cuanto a la denominación de los spa, parece que su origen es mucho más incierto y fantasioso. O, al menos, está rodeado de leyendas: en inglés parece estar registrado desde el XVI para denominar balnearios de aguas burbujeantes que recordaban a los baños de la ciudad de Spa, en Bélgica y que terminó generalizándose en Inglaterra para denominar a los baños medicinales.

Pero también hay leyendas que aseguran que spa son las siglas de Sanitas Per Aquas (y le atribuyen la frase a Nerón), Sanare per Aquam, Salus Per Aquam, Sanus Per Aquam, Solus Per Aquam… 

 

 

¿De dónde vienen históricamente las termas?

Los balnearios, tal y como los conocemos, concebidos como establecimientos en los que se utiliza el agua desde el punto de vista de la ciencia para curar, están íntimamente ligados a la medicalización, tal y como explica Juan Antonio Rodríguez Sánchez, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca. Por lo tanto, no podemos hablar de su nacimiento hasta el siglo XIX, cuando se descubren técnicas médicas y se combinan con el uso de aguas medicinales. 

Es decir, para que un establecimiento se considere balneario, el agua debe emplearse no solo con el objetivo de curar dolencias o de mejorar la salud, sino hacerlo bajo la supervisión de un médico y después de que se hayan estudiado las aguas y se les haya encontrado, de forma oficial, utilidad terapéutica.

Pero hasta llegar a este punto, el agua se ha utilizado con la intención de curar dolencias, de mejorar la salud o de mantenerla, así como con fines sociales y lúdicos desde muchos miles de años antes.

El último hallazgo relacionado con el uso de aguas termales es muy reciente, pero nos pone sobre la pista de que ya hace casi 2 millones de años, incluso antes de descubrir el fuego, los homínidos podrían haber utilizado las aguas termales.

En un estudio en el que participa la Universidad de Alcalá, en el desfiladero de Olduvai (al norte de Tanzania), se han encontrado fósiles homínidos de 1,8 millones de años de antigüedad que parecen haber utilizado el agua termal que manaba en la zona para cocinar los animales que cazaban.

Este uso no está ligado a la higiene, al baño o a los rituales, ya que los sedimentos encontrados en la zona hacen pensar que el agua manaba a más de 80º de temperatura. Sin embargo, podemos considerarlo el precedente más antiguo del uso de aguas termales por parte del ser humano. 

Más tarde, durante la Prehistoria, el ser humano se da cuenta de que los animales heridos o enfermos se aproximaban a los manantiales de agua caliente, como si buscaran la curación. Y los imita, empezando a utilizarla de la misma forma.

 

 

La Prehistoria y el uso de las aguas termales

A partir de ese descubrimiento, el ser humano empieza a respetar y venerar como algo sagrado las aguas termales y sus propiedades terapéuticas.

Empieza a utilizarlas de forma más consciente y asidua hasta llegar a la antigua Grecia, cuando podemos encontrar referencias a las maravillas de los baños terapéuticos en La Odisea (siglo VIII a.C)

Los griegos ya utilizaban el agua con fines higiénicos, lúdicos, y terapéuticos, pero es en la Segunda Edad del Hierro y la Antigüedad Tardía cuando empiezan a aparecer construcciones que son las precursoras de los primeros baños públicos conocidos.

Se trata del uso de aguas termales, aguas con determinadas características en cuanto a composición y temperatura, que son utilizadas con fines terapéuticos o religiosos, en ritos iniciáticos.

En la Península Ibérica se conservan evidencias de este uso, datadas en el primer milenio antes de Cristo y previas a la invasión romana.

Las termas curativas se ubicaban allí donde se encontraba el manantial que las surtía de agua y podían dar lugar a asentamientos.

En la cornisa cantábrica (Asturias, Galicia, Norte de Portugal…) se conservan construcciones realizadas por los pueblos ibéricos como las saunas castreñas, localizadas en los castros asturianos, que eran espacios aparentemente dedicados a baños termales, aunque también pudieron tener usos rituales y lúdicos.

Este tipo de construcciones contaban con un horno, una cámara de vaporización y un pequeño vestíbulo. El núcleo del edificio conservaba el calor y la antecámara podía tener una función de sala templada y de reposo. 

Las saunas castreñas se consideran uno de los precedentes más importantes de las termas romanas, los baños árabes y de los balnearios, ya que su estructura muestra una organización planificada para el uso, ya sea medicinal, higiénico o lúdico de las aguas termales. 

 

 

Las termas y los romanos

Pero, sin duda alguna, el origen más conocido y aceptado de las termas y los balnearios, los thalassos, los hammam y los spa está en la civilización romana. 

Los romanos ya utilizaban las aguas termales 200 años antes de Cristo: las casas de baños solían tener un carácter vecinal, en pequeños edificios comunitarios. Sin embargo, también existían baños privados. A estos se les daba el nombre de balmes balneum, mientras que a los primeros se denominaban thermae terma.

Pero llegados al siglo I a.C, con el gobierno de Agripa empieza una especie de competición que se mantuvo hasta la caída del Imperio, por ver quién hacía los baños públicos más grandes, espectaculares y lujosos.

Así es como, verdaderamente, nacen las termas tal como las conocemos y dan origen a los hammam, spas, thalassos y balnearios.

Estas primeras termas, las termas de Agripa, en Roma, se construyen en el año 25 a.C y tienen la finalidad de que acuda a bañarse la mayor parte de gente posible. Así, no solo se compite en belleza, lujo e ingenio, sino que se establecen entradas muy baratas y, en algunas termas, incluso, gratis.

De esta forma, las termas no solo se convierten en espacios higiénicos (y de cuidado), sino que cobran importancia como centros sociales, de reunión y debate, donde se comentaba toda la actualidad social y política del Imperio.

Al entrar, se dejaba la ropa en una especie de vestuario y, una vez desnudo, se accedía al tepidarium (la sala de agua tibia).

Después se pasaba al caldarium (piscinas de agua caliente), donde se hacían rituales de limpieza con aceites esenciales y de ahí se pasaba al frigidarium, que tenía las piletas más grandes y también se usaba para nadar.

Además había salas de masajes, de juegos y de tratamientos para la piel.

Como puedes ver, una estructura y organización que seguimos utilizando en la actualidad en buena parte de los spas, balnearios, hammam y thalassos.

Siglos después, Marco Antonio construye las termas de Caracalla, también en Roma, en el año 216 de nuestra era. Con capacidad para albergar hasta 1600 personas, revestidas de mármol y con numerosas obras de arte en su interior, fueron una de las termas mejor preparadas de las que ha quedado constancia. 

Y en el año 305, Diocleciano construye, también en Roma, unas nuevas termas, conocidas como las termas de Diocleciano, aún más grandes, con capacidad para hasta 3000 usuarios, y con grandes mejoras arquitectónicas, como su orientación sudoeste, pensada para aprovechar la luz del sol de forma que calentase el caldarium, sin afectar al frigidarium.

Tanto las termas de Diocleciano como las de Caracalla se mantuvieron en activo hasta el año 537, cuando, durante la invasión visigoda, se destruyeron los acueductos que les suministraban el agua. ¡Más de 200 años dando servicio a miles de ciudadanos romanos!

Del concepto de las termas romanas nacerán después los hammam y, a partir de ahí, las termas y balnearios de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, hasta finalizar en los que disfrutamos hoy en día.

Como puedes ver, un viaje apasionante a través de la necesidad de cuidarnos por dentro y por fuera.

 

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